CONVIVIR CON UN ADOLESCENTE
SIN MORIR EN EL INTENTO
No cabe duda que tratar
con adolescentes nos convierte en una especie de héroes, mártires y/o santos.
Los educadores ¾padres y maestros¾ de jóvenes que se encuentran en esta etapa de la
vida, vivimos muchas veces este periodo como una visita al dentista: un mal
necesario, del cual queremos salir lo más pronto posible.
A la adolescencia se le ha
hecho muy mala fama. Es el periodo más
turbulento de la vida y la reacción que al respecto tomamos los adultos es muy
diversa, va desde la negación: “Mi hijo
(a) gracias a Dios es muy niño (a)” , hasta la resignación: “que le vamos a hacer, está en la adolescencia”.
¿Por qué no valorar esta
etapa de la vida en su justa dimensión? ¿por qué verla como un periodo de
transición y no como un estadío que en sí mismo tiene tanta riqueza como
cualquier otro? ¿Por qué no pensar en lo que como adultos podemos aportar a los
jóvenes en una relación de entendimiento mutuo?
Pienso que la respuesta a estas interrogantes es que la inseguridad, el
desconocimiento y la falta de voluntad que tenemos los adultos nos impide que
realmente podamos dialogar y comprender a los adolescentes.
Me llama la atención
fuertemente la teoría de Erikson sobre las etapas de desarrollo ¾en la cual me apoyaré a lo largo de este ensayo¾, donde afirma que cada una implica una crisis a superar y que los
problemas comienzan cuando estas crisis no han sido superadas. ¡Qué importantes son los primeros años de
vida de una persona para poder tener una adolescencia más estable ¾dentro de lo inestable que en sí misma es, como dice Knobel¾! Los adultos no siempre somos
conscientes de ello, quizá tenemos también muchas crisis no superadas, no tenemos
acceso a esta información y creemos que la adolescencia le pega a algunos más y
a otros menos simplemente por predisposición genética o algo por el estilo,
resignándonos a sufrirla por un periodo que nos parece eterno, sin una actitud
proactiva y comprensiva.
Superar la etapa de la confianza-desconfianza, implica que el
bebé pueda sentirse seguro en un ambiente cálido y amoroso. Seguro porque sus necesidades básicas son
satisfechas con horarios establecidos, rutinas diarias y mucho cariño para que
entonces llegue al periodo de autonomía-vergüenza
y duda aprendiendo a compartir y sin sentirse amenazado en la crisis que lo
invade a la hora de controlar esfínteres.
Pienso que esta es una etapa que los padres manejamos mal: o somos estrictos y presionamos demasiado
haciendo sentir culpable al bebé o no lo ayudamos a controlar y enfrentar este
periodo de una manera firme pero amistosa; aunque ¿quién ha dicho que encontrar
el justo medio es fácil?. Una vez
superado esto, el niño llega a la etapa de iniciativa-
culpa donde empieza a ser más autónomo de los padres y una vez más es
difícil encontrar la formula de firmeza y amistad. El peligro aquí es
sobreproteger al niño y hacerlo dependiente de los padres que puede acarrear
problemas al llegar a la adolescencia donde por naturaleza se dará otro
desprendimiento de los progenitores.
La última etapa de la
infancia mencionada por Erikson es la de industria-inferioridad,
donde los intereses del niño se centran en el trabajo escolar y en descubrir
sus aptitudes y desarrollar habilidades.
Es aquí donde las expectativas de los padres empiezan a darse o no y con
ello viene un grave problemas que además está extendidísimo: etiquetar a los
hijos. Las etiquetas tanto buenas como
malas se quedan muchas veces toda la vida y es difícil luchar contra ellas,
parece que nos determinaran cuando no es así pues de lo contrario no seríamos
personas capaz de autodeterminarnos.
Estas etiquetas pueden afectar fuertemente la autoestima del niño de
forma tal se sub o sobre valore faltándole objetividad en
el juicio hacia sí mismo. Qué importante
es que como padres y educadores sepamos también ser objetivos en nuestros
juicios; yo sinceramente pienso que cuando de la familia se trata tendemos más
a la subjetividad cuando debíamos de luchar por el opuesto.
Al llegar al periodo de la
adolescencia temprana (identidad-confusión de rol) el joven trae consigo
situaciones resueltas o no de etapas anteriores ¿cómo lidiar con una crisis
actual cuando se tienen pendientes crisis pasadas? Llama especialmente mi
atención el concepto de los duelos que sufre el adolescente. Esto es porque como adultos minimizamos esos
problemas y ya no recordamos nuestras propias vivencias. Para mí era un hecho normal que el
adolescente sufra cambios físicos y psicológicos pero no un problema en sí;
igualmente el que se independice de sus padres.
Knobel presenta estos hechos como
verdaderos duelos, es decir, como problemas reales que el adolescente
vive. Pienso que la postura del educador
es darles la importancia que tienen y actuar en consecuencia siempre con el
binomio “firmeza-amistad”.
Pensar en las fuerzas con
que cuenta el adolescente a esta edad y no en sus debilidades, es pensar
positivamente y nos permite ayudar al joven a sacar lo mejor de él. Aceptarlo como es le ayudará a él a aceptarse
mejor. Cuestionarlo y buscar que tenga sentido crítico lo ayudará a ser más
consciente de lo absurdo que puede portarse algunas veces. Tratar de entablar diálogos sin imponer ideas
es otra postura que ayuda en la educación del
adolescente. Claro que para ello
los adultos debemos ser más maduros, centrados, serenos pacientes y saber no
engancharnos, además de ser empáticos, todo esto sin perder nuestra autoridad
ni tratar de “agarrar la onda”.
Llamó también mi atención
lo que Lebovici afirma al decir que el adolescente reacciona según reacciona el
adulto. Es un juego que se da muy
interesante y que puede volverse un círculo vicioso. Un juego en el que no se debe caer pero que
es muy fácil hacerlo.
Toda la adolescencia es
una incesante búsqueda de identidad, en este camino tendrán muchos obstáculos
que franquear y que les facilitará el esfuerzo por encontrarse a sí mismos.
La adolescencia media, intimidad-aislamiento,
es una etapa muy contradictoria pues por un lado diríamos que es el periodo más
crítico del adolescente y por el otro una etapa de mucha riqueza interior. Hay
muchos peligros que enfrentar, aquí se forman o los jóvenes sensibles y
comprometidos a lo que les rodea o los indiferentes e incluso crueles a su
entorno. La búsqueda de identidad los
hará que crean hallarla en pandillas, en el sexo y que al no ser así, puedan
sentirse más vacíos que al principio.
También puede darse el contrario: que logren encauzarlo hacia
actividades productivas y de servicio a la comunidad y que poco a poco
cimienten las bases de su verdadero yo.
Qué difícil es aquí el papel del adulto, debe
mantenerse un poco al margen y estar ahí como facilitador o guía mas no como
alguien que imponía como en etapas anteriores. Si en etapas anteriores ha
sabido educar en libertad y toma de decisiones, el hoy será más fácil; si no ha
sido así se estará lleno de angustia, desconfianza y desasosiego.
Todo lo anterior obstaculizará o facilitará ¾según se maneje¾ la última etapa de la adolescencia, generatividad-estancamiento, donde el
joven empieza a planear su futuro con mucho más realismo que antes, pero si las
etapas anteriores fueron conflictos no resueltos, el adolescente estará
estancado y no será capaz de establecer relaciones estables, sólidas ni tampoco
asumirá en forma responsable su papel en la sociedad.
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